La amplitud de la falda se conseguía con enaguas armadas con crin, hasta que en 1856 surgió la crinolina, una nueva versión del miriñaque, formada por aros de acero forrados de tela, sujetos a la cintura con cintas. El público empatizó con la artista de nacionalidad británica y española (hace una semana perdió a su marido) y ella sacó en su voz todo lo que llevaba dentro.